Estoy gratamente sorprendida con este libro que es tan breve el páginas como intenso en contenido.
Sin conocer de nada a su autor, impulsada por una corazonada y con la garantía que me ofrece la editorial que lo publica (Acantilado), me sumergí en el universo de Marcelino, el protagonista.
Lino, como es conocido en San Antolín, la aldea de Asturias donde ha nacido, es un ser inocente. El tonto que no falta en ningún pueblo. Su madre es considerada bruja por muchos en la aldea, y el padre es un hombre embrutecido, alcohólico y maltratador. Tiene un hermano pequeño que le adora hasta que crece y cambia. Es precisamente un incidente con este hermano, cuando ya son mayores, lo que desencadena el punto de partida de la historia.
La original narración transcurre a través de contínuos saltos en el tiempo y por tanto en la vida de Marcelino, al que vamos conociendo a través de anécdotas tanto de su infancia como del presente. Todo ello salpicado de cuentos, microhistorias de los vecinos del pueblo (que me han gustado mucho), leyendas, mitología y dichos populares.
No es un libro fácil. Precisa una lectura lenta, a sorbitos para ir digeriéndola porque es de todo menos ligera. Por lo menos en mi caso así ha sido.
Y hasta aquí puedo contar, porque a la hora de destripar una historia soy única, así que prefiero no ahondar para no desvelar demasiado.
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